18 de febrero. Día Internacional del Síndrome de Asperger (SA)

El término se remonta a 1944. Un pediatra austriaco, llamado Hans Asperger, publicó un artículo en una revista alemana de psiquiatría y neurología, donde describía a un grupo de niñas y niños con características similares muy peculiares, que no había observado nunca antes. 

Actualmente, esta observación es la que se conoce con el nombre de Síndrome de Asperger (SA), y se ubica dentro de los trastornos generalizados del desarrollo. 

Según Autism-Europe, el trastorno se ha vuelto más frecuente (de 3 a 5 por cada 1000 personas nacidas, vivas). En los últimos cuarenta años, la cifra de casos supera los 450 mil españoles con TEA. Lo que se traduce en más de un millón de personas afectadas, si se considera el profundo impacto que produce el sistema familiar en el que se desarrolla la persona afectada. 

Se estima, desde esos datos, que hay entre 1 y 5 casos de Asperger cada 1000 nacimientos, siendo prevalente en género masculino (4 varones por cada mujer). 

Características principales que describen el Síndrome de Asperger

personas ingenuas y emocionalmente desconectadas, buena gramática y vocabulario extenso con discurso fluido, pobre comunicación no verbal y entonación monótona, con intereses circunscritos a temas específicos, dificultad para aprender tareas escolares convencionales, escasa coordinación motriz y organización del movimiento, y con falta de sentido común. 

Ya entre el 1991 y el 2000, autores como Gillberg y Riviére y Valdez añadieron otros criterios para el diagnóstico. A día de hoy no existe ningún marcador biológico que nos permita detectar los cuadros de SA y, por ello, su diagnóstico continúa siendo clínico, basado en comportamientos observados, en la historia de desarrollo y en el perfil psicológico del sujeto. 

Si bien, la etiqueta diagnóstica suele ofrecer una mayor tranquilidad a las familias y personas que padecen el trastorno, pero no es suficiente para mejorar su calidad de vida. En este sentido, en la realización de un diagnóstico, lo más relevante es describir las características de la persona, detectar sus necesidades y ofrecer estrategias de intervención, garantizando un seguimiento continuo. 

¿Cuáles son las principales necesidades de un menor con SA, en la etapa primaria?
  • Prevenir situaciones de bromas y burlas 
  • Anticipar cambios de rutina
  • Crear un clima de afecto y comprensión, proporcionando apoyos extra 
  • Fomentar la participación activa en el aula y adaptar al entorno 
  • Un ambiente estructurado y predecible 
  • Garantizar un éxito de interacciones sociales 

Por otro lado, en la etapa de detección, los familiares suelen experimentar un sentimiento de culpa. De hecho, muchas veces, describen su experiencia para recibir un diagnóstico como una auténtica peregrinación por centros de salud, porque aún se confunde con otros cuadros como el déficit de atención, la hiperactividad o el trastorno de conducta. Lo que nos lleva a confirmar que todavía existe un “vacío informativo”. 

Ahora bien, como profesionales de la psicología, ¿qué estrategias debemos emplear?

  • Empleo de apoyo visual en un proceso de enseñanza de un ambiente estable. 
  • Asegurar pautas de aprendizaje sin errores, descomponiendo las tareas en pasos pequeños y dando la oportunidad de elección. 
  • Ayudar a organizar su tiempo libre, evitando la inactividad
  • Enseñar habilidades y competencias que no suelen requerir en una enseñanza normal. 
  • Incluir temas de interés para motivar el aprendizaje y prestar atención a los indicadores emocionales. 
  • Evitar la crítica y el castigo, sustituyéndolos por refuerzo positivo y halago.

 

Autoría: Celina Jiménez, vocal de la Comisión de Educación del COPAO 

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